17.12.10

El convite

por Yolanda

No dio para una obra de teatro: faltó el conflicto. Hubo un atisbo de sarcasmo, cuando el anfitrión dijo que el fumar habanos es una pretensión de petizo. Pero ahí quedó la cosa. Más bien se practicó el arte sutil de la conversación -alternada con ingesta de sólidos y líquidos- en un ambiente refinado donde el minimalismo se impone (medio a la fuerza, aclaró el Charly). A través del amplio ventanal que da al Norte, los edificios reverberaban bajo la canícula. En el
 interior, el frescor nos tornaba más amables y distendidos. Algunos retazos de la conversación quedaron flotando en el ambiente, mas no lograron perturbar al bello ejemplar canino con nombre de licor que dormitaba en el baño. Malicha evocó sus largas tardes del crudo invierno sueco, cuando, llorosamente, intentaba aprender algunas palabras del bárbaro idioma; mientras afuera caía la nieve, ella añoraba los locros coscoínos que, sudorosa, consumía frenética, en una especie de ritual de iniciación, en los calientes eneros cordobeses. La diminuta Ana María, después del segundo vaso de cerveza, se atrevió a musitar que ella al CEPRAM no vuelve: lo piensa traicionar con el HUGO DEL CARRIL. Javier confesó que no fue muy placentera su experiencia como espectador obligado a saltar al escenario y sacó la conclusión de que la gente de teatro suele ser "nerviosilla" por demás. Charly nos regaló la imagen de una Catedral de Árboles -un álamo carolina centenario, un fresno vibrante y un tilo copioso- formando un triángulo ascensional allá, por los pagos de Nono. La Yoly, cuando alguien nombró Holanda, se acordó de esa saga inolvidable de mujeres valerosas e independientes, la obra de MARLEEN GORRIS, Memorias de Antonia. Silvia, abstemia promesante, comentó que hay chinos por todas partes. Una amiga le contó que se encontró con chinos que atendían un supermercado en: ¡FINLANDIA!
Cuando la luz decreció y se abrieron los ventanales para que penetrase el soplo vespertino, iniciamos la despedida. Nos dimos cuenta de que habíamos reeditado la antigua costumbre de "las visitas", donde uno se junta porque sí, por el placer del encuentro, del diálogo y la escucha amorosa.
Gracias, Charly. Gracias, Javier. La generosidad de ustedes hizo que en esta tarde todos hayamos sido un poco más felices.
Y.B.

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