por Yolanda Beguier
La idea de la Patria como una prostituta vejada y expoliada no es nueva en la dramaturgia nacional. Baste recordar LA CORTINA DE ABALORIOS de Ricardo Monti. Algo de esto, pero mucho más distorsionado y transgresor, es lo que el dramaturgo y director rosarino GUSTAVO GUIRADO ofrece en su obra LA TEMPERATURA ,
que tuvimos oportunidad de ver en el marco del ENCUENTRO REGIONAL DE TEATRO DEL BICENTENARIO (ZONA CENTRO-LITORAL). Lo degradado, una pesimista mirada de la argentinidad y sus mitos, se impone desde la escenografía: una sórdida tapera en medio de la pampa, asediada por jaurías de perros cimarrones y por la indiada. Allí pernoctan los restos de un circo ambulante: la mujer barbuda, la Señora (la excelente CLAUDIA SCHUJMAN), custodiada por su fiel eunuco Marcial (MIGUEL BOSCO) y que reclama a gritos ser fertilizada para poder repoblar ese mundo devastado. En el interior de un lavarropas modelo '50 vive Fierro (GUILLERMO BECERRA) con su guitarra, en su condición de cantor confuso y semental activo. Dos jóvenes trapecistas invisibles y Lampedusa (EDGARDO MOLINELLI), el militar remiso en su virilidad, completan el elenco. Desde el comienzo la obra no da tregua; ni a los actores, en una exigida exposición de sus cuerpos, ni a los espectadores, por el clima ominoso que se crea bajo la amenaza de un peligro eminente, pronto a estallar. Todo lo que pueda considerarse como símbolo de la argentinidad -el gaucho, el indio, la Patria ubérrima, los héroes guerreros, el Poema Nacional- sufren acá una irreverente trasmutación. Y como en los espejos deformantes de los parques de diversiones, lo grotesco, con su ambivalencia tragicómica nos interpela y provoca.
La idea de la Patria como una prostituta vejada y expoliada no es nueva en la dramaturgia nacional. Baste recordar LA CORTINA DE ABALORIOS de Ricardo Monti. Algo de esto, pero mucho más distorsionado y transgresor, es lo que el dramaturgo y director rosarino GUSTAVO GUIRADO ofrece en su obra LA TEMPERATURA ,
que tuvimos oportunidad de ver en el marco del ENCUENTRO REGIONAL DE TEATRO DEL BICENTENARIO (ZONA CENTRO-LITORAL). Lo degradado, una pesimista mirada de la argentinidad y sus mitos, se impone desde la escenografía: una sórdida tapera en medio de la pampa, asediada por jaurías de perros cimarrones y por la indiada. Allí pernoctan los restos de un circo ambulante: la mujer barbuda, la Señora (la excelente CLAUDIA SCHUJMAN), custodiada por su fiel eunuco Marcial (MIGUEL BOSCO) y que reclama a gritos ser fertilizada para poder repoblar ese mundo devastado. En el interior de un lavarropas modelo '50 vive Fierro (GUILLERMO BECERRA) con su guitarra, en su condición de cantor confuso y semental activo. Dos jóvenes trapecistas invisibles y Lampedusa (EDGARDO MOLINELLI), el militar remiso en su virilidad, completan el elenco. Desde el comienzo la obra no da tregua; ni a los actores, en una exigida exposición de sus cuerpos, ni a los espectadores, por el clima ominoso que se crea bajo la amenaza de un peligro eminente, pronto a estallar. Todo lo que pueda considerarse como símbolo de la argentinidad -el gaucho, el indio, la Patria ubérrima, los héroes guerreros, el Poema Nacional- sufren acá una irreverente trasmutación. Y como en los espejos deformantes de los parques de diversiones, lo grotesco, con su ambivalencia tragicómica nos interpela y provoca.
En la ESCUELA DE ESPECTADORES que coordina LUCIANO DELPRATO se nos habló de ARTAUD y del teatro como el último espacio de lo sagrado donde los cuerpos -de actores y espectadores- adquieren su plena potestad. Con esta obra pudimos comprobar algo de ello. Frente a LA TEMPERATURA no se puede ser espectador pasivo. La columna mercurial de la emoción reflexiva sube. Y mucho.
Yolanda Beguier, espectadora.
Sobre Gustavo Guirado recomendamos la siguiente nota publicada por CXC REVISTA Revista digital dedicada a difundir el arte en todas sus manifestaciones dentro de la cultura under en la ciudad de Rosario.
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