19.9.11

Teatro en Buenos Aires (2)

Yolanda Beguier, espectadora

 "imposible salir indemnes; muy por el contrario: hemos quedado entusiasmados, en el sentido etimológico del término, es decir, atrapados por la divinidad dionisíaca."

En tres días, cuatro obras. Dos Veronese, un Rivas, un Kartun por Kartun.
   Daniel Veronese apostó a dos clásicos y su LOS HIJOS SE HAN DORMIDO es una versión de LA GAVIOTA de Anton Chéjov.Los nombres de los personajes son rusos, pero el espacio escénico -una sencilla sala de estar- es bien nuestro. Nos llama la atención la buscada intimidad para con el público que, al ingresar a la sala se topa con algunos de los actores que ya anticipan algunas de las actitudes de los personajes. Los amantes del teatro nos vamos sintiendo como peces en el agua, porque en la obra se nos habla del teatro, de la fama, de la problemática de vivir con el éxito o con el fracaso. Esa sutil desazón que
emanan todas las obras del autor ruso nos va ganando de a poco, y nace la empatía hacia esos pobres seres que siempre se equivocan al elegir el objeto de su amor. En esta obra nadie es plenamente correspondido. Acá las gaviotas no pueden remontar vuelo: se matan y se embalsaman;  los proyectos y  los sueños corren la misma suerte. En segundo lugar, Tennessee Williams y su UN TRANVÍA LLAMADO DESEO le va a ofrecer mucha tela para cortar. Veronese se conforma con confeccionar un traje decoroso, sencillo, pero sin demasiadas pretensiones. Una Blanche Dubois quizás demasiado joven y lozana,  estaría lejos del personaje atormentado por el paso del tiempo que marchita su belleza,y que exige a cada paso velos y luces bajas. El drama de la irrupción de la locura y los sueños en la chatura de lo cotidiano se desliza sin mayores sobresaltos y la contundente llegada de la enfermera y del médico conciliador va a liberar a los Kowalski del peso de las ilusiones y delirios de la frágil Blanche. Me gustaba más el otro final, cuando Stella, la esposa de Stanley, decide abandonar el hogar, harta de tanta prepotencia y maltrato.
   Carlos Rivas es un director audaz. Se permite elegir a una mujer como protagonista de su HAMLET-LA METAMORFOSIS, una versión propia del clásico de Shakespeare. Sale airoso de tal desafío. Gabriela Toscano despliega un histrionismo avasallador y a lo largo de la larga pieza se multiplican los matices de este "Gran Hablador" que usa la palabra como estilete para perforar cuerpos y conciencias. Por otra parte, la escenografía y  el vestuario contribuyen a acentuar la idea del deterioro, la decadencia, ya que, al decir del director, su Hamlet es la "gran metáfora corrosiva del mundo empobrecido en que vivimos".
  Mauricio Kartun dirige, por tercera vez, una obra de su autoría. ALA DE CRIADOS es un perfecto artefacto, complejo y subliminar, donde lo aludido se impone a lo expuesto. Dejaremos para otra oportunidad el abordaje de esta obra. A partir de estas altas dosis teatrales es imposible salir indemnes; muy por el contrario: hemos quedado entusiasmados, en el sentido etimológico del término, es decir, atrapados por la divinidad dionisíaca.