Yolanda Beguier, espectadora.
La escena es un círculo blanco sobre el que
giran las luces y deambularán los personajes. Un espejo, para reflejar seres y
cosas y una alusión constante a la luna -círculo blanco que brilla con luz
reflejada-. Objetos/símbolos para la austera puesta de la obra UN HOMBRE JUSTO de la
directora JAZMÍN SEQUEIRA, producto de una lectura muy personal de CALÍGULA de ALBERT CAMUS.
Para representar al emperador romano, famoso por su crueldad, se ha
elegido a un actor joven, de apariencia adolescente, que abre y cierra la pieza
entre dos caídas: La primera, víctima del dolor profundo por la muerte de su
hermana y amante Drusila, y la segunda, la aniquilación final, víctima de los
conjurados romanos. Y en el medio, la desmesura, la violación, el crimen, la
humillación, la burla soez y la denuncia a las hipocresías mundanas. Un
andamiaje dramático que amenaza derrumbarse a cada paso, y donde se
plantea la cuestión de cómo vivir ejerciendo el poder omnímodo. Se nos propone
reflexionar acerca del tener que soportar la existencia en un universo sin límites
y sobrellevar el pánico que el ejercicio de la libertad absoluta provoca. Un
mundo donde, además, lo teatral se impone. Los personajes abandonan la escena y
cuando retornan vuelven otros, travestidos, disfrazados; muestran las máscaras
que la sociedad exige para poder sobrevivir. Calígula "quería ser un
hombre justo". Algo quizás inalcanzable, como la luna, cuando se es
habitante del vacío y la falta de sentido.
Creemos que con esta obra hemos podido experimentar, de alguna manera, lo que los griegos antiguos llamaban catarsis, purificación de las pasiones. El Calígula de JAZMÍN SEQUEIRA logra transmitir una sensación de fragilidad absoluta, del ser que al tener todo, nada posee. Lejos de odio, lo monstruoso, acá,nos suscita sólo una dolorosa compasión.
Por el programa de manos nos enteramos de que UN HOMBRE JUSTO es una tesis de la Licenciatura en Teatro de la UNC. Se exhibe en DocumentA/Escénicas, los viernes de setiembre a las 21,30.
Creemos que con esta obra hemos podido experimentar, de alguna manera, lo que los griegos antiguos llamaban catarsis, purificación de las pasiones. El Calígula de JAZMÍN SEQUEIRA logra transmitir una sensación de fragilidad absoluta, del ser que al tener todo, nada posee. Lejos de odio, lo monstruoso, acá,nos suscita sólo una dolorosa compasión.
Por el programa de manos nos enteramos de que UN HOMBRE JUSTO es una tesis de la Licenciatura en Teatro de la UNC. Se exhibe en DocumentA/Escénicas, los viernes de setiembre a las 21,30.