5.7.11

Tiempo de celuloide

Por
Yolanda Beguier, espectadora

No me gusta, en general, ponerme a mirar fotos viejas. Como dice el protagonista de La pregunta de sus ojos, la novela de Eduardo Sacheri: "(siento) una melancolía profunda, una sensación de pérdida, de nostalgia incurable, de paraíso perdido detrás de cada uno de esos instantes minúsculos llegados desde el pasado como polizones cándidos". Algo parecido me pasa con las películas de antaño, por eso de que -al decir de Jorge Carnevale- "El cine y el tiempo no se llevan nada bien". Lo que otrora parecióme maravilloso, espectacular o arrobadoramente romántico, hoy puede oler a tedioso, propagandístico o lamentablemente cursi. Hay excepciones. Volví a ver, después de casi cuarenta años, LUNA DE PAPEL (E.E.U.U., 1973) dirigida por PETER BOGDANOVICH. Se trata de una road movie, filmada en blanco y negro que cuenta las peripecias de MOSES PRAY (  RYAN O'NEAL), vendedor de Biblias, timador y ventajero,  que tiene que aceptar a regañadientes la compañía de ADDIE LOGGINS (TATUM O'NEAL), como compañera de viaje. La niña, una huérfana de nueve años, mientras es conducida a la casa de unos tíos, lo va a extorsionar por cuestiones de dinero, pero también lo secundará en sus tropelías. El trasfondo, la desolación de la campiña estadounidense y la miseria de las gentes en los años de la Depresión. Como contrapartida, el nacimiento de una amistad y el humor irreverente que destilan las artimañas de este par de pícaros, urgidos por la necesidad y sin atisbos de sordidez alguna. Hay encuentros con personajes encantadoramente patéticos, un mundo donde, por igual, aflora lo más deleznable o lo más sublime de la condición humana. La película cierra con la imagen de los protagonistas a bordo de un destartalado camioncito, por una ruta que se pierde en el horizonte. Ya Carlitos Chaplin había trazado (pero a pie) camino semejante. Un DIEZ y FELICITACIONES a la fotografía de LÁSZLÓ KOVÁCS.