4.10.11

NADA DEL AMOR ME PRODUCE ENVIDIA

Por
Yolanda Beguier, espectador

En su poema Dolor, Alfonsina Storni dice: ver cómo se rompen las olas azules/ contra los granitos y no parpadear.
Es decir, permanecer absorto ante lo grandioso. Es lo que le sucede al personaje de NADA DEL AMOR ME PRODUCE ENVIDIA frente a la inusitada visita que llega a su humilde taller de costura.

Esta es una de las poderosas imágenes que crea MARÍA MERLINO, intérprete de esta obra de SANTIAGO LOZA con dirección de DIEGO LERMAN, y que tuvimos la Gracia de ver en el marco del 8º FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DEL MERCOSUR.
No tiene nombre el personaje, pero sí oficio y es eximio en el arte de la costura.
Y su relato se arma como con prolijas puntadas y precisos detalles en relieve. Y se habla, se cose y se canta: tangos y valses que ilustran instancias decisivas en esta vida de reclusión, soledad y desamor. Y se alude, mediante la evocación, a dos mujeres símbolos -Libertad Lamarque y Eva Perón- insertas en una época, fines de los '40, donde se echan las bases de profundas transformaciones sociales y políticas. Y la excusa es el vestido, obra de arte y pieza de trofeo que se disputarán esas dos "reinas tristes" y cuya descripción le permitirá a la protagonista dar rienda suelta a sensuales impulsos largamente reprimidos.
Toda la obra es eso: el íntimo diálogo que tiene como interlocutor al mudo maniquí -una suerte de alter ego- y cuyo eje central es la libertad de elección y el poder de decidir al que todo ser, aun el más insignificante, tiene derecho. Para esta humilde costurera de barrio, ejercerlos va a significar la catástrofe.   Sin embargo, contamos con la apoteosis del final y nosotros los espectado-  res, cómplices de la verborragia de sus confidencias y la maravilla de sus  canciones, quedamos también así, sin parpadear, ante ese milagro de actuación que es MARÍA MERLINO.