22.10.11

SEAMOS TIERNOS...

Por
Yolanda Beguier, espectadora enternecida
  
Se nos recomienda, asiduamente, en la ESCUELA  DE ESPECTADORES que, frente a una obra de teatro nos enternezcamos, es decir, nos tornemos blandos, tiernos, femeninos, receptivos, en una palabra: abrirnos a la expectación. Se nos sugiere adherir al postulado del escritor y filósofo EMILE CIORAN cuando dice que "la ternura es la suspensión momentánea de la lucidez". Si hacemos un recorrido etimológico del término, llegamos a la
raíz  de la palabra tierno. En griego las formas ter-tor-tr guardan la idea de "frotar", "gastar", "roer". De allí tierno, delicado, lo que se gasta pronto frotando, que se cuece fácilmente. Si nos enternecemos nos ablandamos, ponemos blanda una cosa. En el caso de la expectación lo que ablandaríamos serían las entendederas, es decir, atemperaríamos lo implacable de la luz de la razón (la "lucidez" de la que nos habla el rumano citado ut supra). Nos tornaríamos más flexibles y, por extensión, amables y afectuosos frente al producto artístico. De este modo, echaríamos por tierra lo sostenido por el dicho popular cuando, al aludir a los adultos mayores se nos califica como aquellos "que ya no aflojan al primer hervor". Además, la ternura suele ser contagiosa y hasta podríamos lograr que el producto artístico que estamos apreciando deje -por un extraño principio de ósmosis teatral- de ser un hueso duro de roer. Y así podríamos coincidir con lo aseverado por JIMENA GARRIDO en su nota LA INCONFESABILIDAD DEL DESEO: ¿CON EL TEATRO EN LA BOCA?* cuando alude a lo teatral como una "experiencia digestiva". Pero hablábamos de la ternura y me quiero despedir con uno de los textos más bellos que leí últimamente. Pertenece a LA CRIPTA DE INVIERNO de la escritora canadiense ANNE MICHAELS, y dice:
  
   La palabra amor, había dicho él, ¿no se está rompiendo siempre en otras cosas? En amargura, ansia, celos, todas las partes del todo. A lo mejor hay una palabra mejor, algo demasiado sencillo como para convertirse en otra cosa.
   Pero ¿qué palabra podría ser tan incorruptible? Había preguntado ella. ¿Qué palabra había tan infalible?
   Y Lucjan, para quien las palabras eran una cuestión moral, había dicho:la ternura.

  
* En DEODORO gaceta de crítica y cultura, Octubre 2011, pág.10.